Diabetes y actividad física

La diabetes es una de las enfermedades que sufren cada vez más personas debido a que se relaciona con estilos de vida sedentarios, la obesidad y una alimentación deficiente. Se caracteriza por una elevada concentración del azúcar en sangre (hiperglucemia), debido a que la insulina, la hormona que regula los niveles de glucosa sanguínea, se produce de forma deficitaria. Dentro de la diabetes se diferencia principalmente dos tipos (también existen otros, como la diabetes gestacional, la secundaria a determinados medicamentos...):
Diabetes de tipo I
También conocida como la diabetes juvenil, que es insulino-dependiente. Es una de las enfermedades crónicas más extendidas a nivel infantil. Ocurre cuando el páncreas no fabrica suficiente cantidad de insulina.
Diabetes tipo II
Es la que se asocia a estilos de vida nocivos, más prevalente en adultos y que no suele ser insulino-dependiente. El problema viene porque se desarrolla una resistencia a la insulina.
La actividad física, la mejor medicina
Además de las necesidades farmacológicas que pueda necesitar cada persona para controlar esta enfermedad, la actividad física es la gran aliada para combatirla y reducir los efectos. Más allá de profundizar en programas específicos de entrenamiento, la actividad física debe aumentarse en las acciones de la vida cotidiana, para incrementar el gasto energético diario. No vale con centrarse en una hora de ejercicio al día, debe llevarse un estilo de vida físicamente activo.
La actividad física puede proteger contra el desarrollo de diabetes tipo II al ayudar a mantener un equilibrio adecuado de masa grasa con respecto a la masa corporal. El tejido adiposo es un sitio importante para insensibilidad a la insulina, y la mayoría de las personas obesas tienen mayor resistencia a la insulina, cierto grado de intolerancia a la glucosa, o ambos. Además, aproximadamente el 80% de todos los pacientes con diabetes no dependientes de insulina son obesos.
La seguridad, lo primero
Los programas de actividad física y salud siempre deben estar guiados por profesionales sanitarios y del deporte. Antes de comenzar cualquier programa de ejercicios, las personas que padecen diabetes deben someterse a una evaluación de su estado físico para determinar las pautas del entrenamiento. Cada caso particular deberá tener en cuenta una serie de consideraciones.
Cuando existe la necesidad de aportar insulina de forma exógena (mediante pinchazos que la propia personas se suministra), hay que destacar que:
- Debe llevarse un control metabólico de las glucemias entre 100 y 300 g/dl.
- Regulación previa, durante y posterior al ejercicio.
- Adecuación de la ingesta alimenticia.
- Evitar el ejercicio físico en los momentos de mayor actividad de la insulina y administrar esta en zonas de menor trabajo muscular.
Beneficios del ejercicio físico en el tratamiento de la diabetes
El ejercicio reduce los niveles de glucosa en sangre ya que la utilizamos como combustible. Si se practica de manera controlada y regular, ayuda a disminuir las necesidades de insulina. Es importante considerar que esa hipoglucemia se puede producir de manera retardada post ejercicio, por tanto es imprescindible controlar las horas posteriores al esfuerzo.
El aumento del gasto total de energía tiene un efecto protector contra el desarrollo de la diabetes según corroboran diversos estudios científicos. Lo más importante es que el efecto de la actividad física es independiente de la obesidad, la edad, la historia de hipertensión y la historia paterna de diabetes. Es decir, siempre va a provocar mejoras. Ligeros incrementos del gasto energético en 500 kcal semanales ya producen una reducción en el riesgo de sufrir diabetes. Tanto el ejercicio moderado como el intenso tienen sus ventajas contrastadas.
Alternativamente, la actividad física puede influir en el metabolismo de la glucosa. Entre los pacientes con diabetes, los períodos cortos de ejercicio pueden reducir los niveles de glucosa en plasma al aumentar el efecto de la insulina y un entrenamiento más prolongado puede mejorar la acción de la insulina y la tolerancia a la glucosa.
El efecto protector de la actividad física es particularmente evidente en los sujetos con alto riesgo de sufrir diabetes de tipo II. Un hallazgo consistente con la mejora en la tolerancia a la glucosa en sujetos obesos después del entrenamiento físico. Además, la intolerancia a la glucosa que está relacionada con la obesidad disminuye con el ejercicio, haya o no cambios en peso corporal.
¿Cómo debe ser la alimentación?
En las personas que practican actividad física, la dieta debe ser controlada por profesionales de la nutrición con especial atención ya que se trata de una alimentación terapéutica. La alimentación y el ejercicio físico forman un tándem que se equilibran para regular los niveles de glucosa sanguínea. Por ello, las personas diabéticas deben tener en cuenta lo siguiente:
1. Realizar metabólico antes del ejercicio
- Evitar realizar ejercicios, si la glucemia en ayunas es > 250 mg/dL (13,8 mmol/L), si se confirma una cetosis presente; o si la glucemia es > 300 mg/dL (16,6 mmol/L).
- Ingerir carbohidratos antes del ejercicio si la glucemia es < 100 mg/dL (5,5 mmol/L).
2. Monitorear la glucosa sanguínea antes y después del ejercicio (o durante, si se considera necesario).
- Identificar el momento que es necesario modificar la ingesta de alimentos a la dosis de insulina.
- Aprender cuál es la respuesta glucémica ante diferentes condiciones del ejercicio.
3. Ingesta de alimentos
- Consumir carbohidratos de absorción rápida cuando sea necesario para evitar cuadros de hipoglucemia.
- Disponibilidad de alimentos (carbohidratos) durante y al finalizar el ejercicio.