¿Cómo conseguir mi propósito de Año Nuevo de perder peso?

Enero y septiembre suelen ser los meses más típicos en los que nos planteamos modificar los hábitos de nuestra vida. Es especialmente llamativo cómo después de la Navidad buscamos nuevos objetivos que antes no nos planteábamos como posibles. Y ya sea por la motivación "extra" con el inicio del año nuevo o simplemente porque "en algún momento hay que empezar", querer perder peso se repite una y otra vez en estos días como propósito. Tampoco es menos frecuente que mucha gente haya intentado perder peso con anterioridad y los resultados no hayan sido fructíferos. Queremos darte ese empujón que te falta para lograr que esta vez sea la definitiva.
¿Qué le pides al año nuevo?
Salud (y perder esos kilos de más). Cuando hacemos esta reflexión en voz alta, empezamos un compromiso, más o menos firme, con nuestro propio yo. El objetivo de perder peso debe encuadrarse siempre dentro de una modificación de los hábitos. Y aquí viene el quid de la cuestión: ¿Cómo cambio esos hábitos? Sabemos que para perder peso necesitamos un balance negativo entre la energía que consumimos (comida) y la que gastamos (movimiento).
¿Cómo puedo conseguir perder peso?
Muévete más
La ecuación es clara, si queremos perder peso, es imprescindible aumentar el gasto calórico diario. Por ahí empieza una de las claves que muchas veces menospreciamos. Cuando hablamos de movernos, deporte a un lado, nos referimos a las actividades cotidianas del día a día. Si la semana tiene 7 días (24 horas/día = 168 horas/semana), no podemos pretender que con 2 horas de ejercicio semanal y una vida sedentaria vayamos a conseguir un cambio en la báscula. Muévete más, utiliza más las escaleras y menos el ascensor, camina más y coge menos el coche (o al menos no aparques en la puerta de los sitios). Cuanto más activo sea tu día, mayor será tu gasto energético. Aunque te parezca poco, la suma de varios pequeños detalles acaba provocando el cambio.
Las pulseras de actividad, relojes o aplicaciones móviles que registran nuestro movimiento (contando pasos, estimando calorías o el número de pisos que hemos subido) son un buen estímulo para aumentar nuestro movimiento, ya que nos impulsan a alcanzar una meta diaria.
Reduce la cantidad de alimentos
La otra incógnita matemática a despejar: si comemos menos, ingerimos menos energía y por lo tanto alcanzar el balance negativo es más sencillo. Sin embargo, aquí es donde más falla la gente normalmente. Pensamos que por saltarnos alguna comida, reducimos la cantidad total de calorías. Por desgracia suele ocurrir lo contrario, llegamos a la siguiente con más hambre y acabamos "sobrealimentándonos". Es por ello que los cambios deben ser progresivos, sin pretender grandes modificaciones de golpe.
Come raciones más pequeñas. Si sueles tomar un plato grande, reduce ligeramente la cantidad. Poco a poco tu estómago se irá adaptando. Es mucho más efectivo que si cortas de golpe la ingesta habitual, ya que pasarás mucha más hambre.
Aprende a comer despacio
Otra de las pautas a controlar es la velocidad a la que comemos. Cuanto más rápido lo hacemos, menos digerimos los alimentos y tardamos más en saciarnos, por lo que comemos más de la cuenta. Comer lentamente y disfrutar de la comida hace que se reduzca la cantidad que consumimos, reforzando al mismo tiempo el objetivo del punto anterior: comer menos.
La comida se controla desde el cerebro
El cerebro es el órgano de control que tiene una influencia tremenda sobre la manera en la que nos alimentamos, y puede regular el apetito. Evita comer con ansiedad y, si tienes estrés, no recurras a opciones rápidas para aplacar los ánimos. Debemos "autoenseñarnos" a comer. De igual modo que tenemos "antojo" de algo dulce, podemos orientar nuestros impulsos hacia alimentos más saludables. La fruta es muy saciante y es una magnífica opción para cualquier momento del día, incluso por la noche. Otras opciones para picar entre horas pueden ser los frutos secos naturales (no fritos) que, por sus grasas saludables, nos ayudarán a controlar el hambre.
No asocies a la comida premios y castigos
En relación con el punto anterior, no es bueno que nuestro cerebro asocie alimentos como premios (bollería, chocolate, galletas) o como castigo (verdura). El hecho de entrenar no es una justificación para poder darnos un premio nutricional, ya que si incidimos de esa manera sobre nuestros pensamientos estaremos modificando nuestra conducta (fomentando su consumo) hacia esos alimentos, cuando sabemos que son de todo menos sanos. Por tanto, si quieres consumir algún alimento de poco contenido nutricional y malsano, no lo justifiques como un premio a una buena conducta.
Comparte tus logros y lleva un control
El hecho de compartir el éxito de los cambios con otras personas en nuestra misma situación, o a través de una red social, nos ayuda a ser perseverantes en nuestra meta. Por ello, no tengas reparos en difundir tus logros y conseguir el ánimo de tus allegados. Además "picarse" con uno mismo o con otros de forma sana, puede darnos un impulso extra.
Por último, recuerda que perder peso es un propósito que debe trascender del número de kilos de la báscula y debe plantearse siempre con el objetivo de mejorar nuestra salud.