Por qué darse un capricho después de entrenar no es lo mejor para tu cuerpo

En una sociedad cada vez más abocada al sedentarismo y a evitar grandes esfuerzos, ya sea físicos, académicos, laborales o de otra índole, nace una idea que se convierte en un arma de doble filo: cada situación o reto que superemos de manera satisfactoria debe acarrear, como dice la psicología, un refuerzo positivo.
En el ámbito deportivo, el símil es el capricho nutricional post entrenamiento. Ya sea en forma de dulce, bebida alcohólica (la cerveza por supuesto se lleva la palma) o de alimento ultraprocesado (patatas fritas o snacks del estilo), estamos incurriendo en una circunstancia que no ayuda para nada a nuestra salud y se contradice con el esfuerzo físico realizado previamente.
Entiende al hambre
Cuando tenemos un déficit energético, los procesos de nuestro cuerpo le indican al cerebro que debemos ingerir alimentos, es decir, sentimos hambre. Cuando se ha consumido suficiente comida, esta regulación indica que el consumo debe finalizar, nos llega la sensación de saciedad. Sin embargo, este control equilibrado de la alimentación se desafía constantemente y se ve anulado por la omnipresencia de los alimentos y las señales relacionadas con los mismos. Es decir, la alimentación puede desencadenarse incluso en ausencia de hambre, o prolongarse más allá de la saciedad. Se conocen numerosos factores que determinan o guían el comportamiento alimentario de manera automática e implícita. Por ejemplo, nos estimula comer cuando estamos con gente, está influenciado por factores sociales. Las elecciones y el consumo de alimentos también están fuertemente marcados por factores ambientales, por ejemplo, la publicidad. Por ello, debemos buscar hábitos que nos ayuden a comer saludablemente, y que asociemos a disfrutar los aspectos gratificantes de la comida sin caer en la pérdida de control sobre ella.
"Con la comida no se juega"
Independientemente de si nos referimos a la práctica deportiva o no, no es nada recomendable asociar nuestra relación con la comida en términos de premios o castigos. La nutrición va vinculada a la psicología en cuanto a nuestra conducta, cómo categorizamos los productos en sanos o insanos, apariencia física y muchos otros conceptos. Por ello, si no queremos alterar nuestros hábitos nutricionales, es mejor no establecer caprichos o vínculos entre determinados alimentos y estados de ánimo.
Esa gestión independiente de las emociones y la comida nos ayuda a no tomar decisiones nutricionales por impulsos. Muchas veces, cuando estamos de mal humor, o tenemos más hambre de la cuenta, solemos recurrir a lo primero que pillamos en la nevera, y si esta situación nos pasa comprando, nuestra cesta se llenará de productos insanos.
¿Por qué establecemos recompensas relacionadas con la comida?
Los avances recientes en la neurociencia que relacionan el comportamiento alimentario con los sistemas de recompensa cerebral, ayudan a comprender los trastornos de la ingesta insuficiente y excesiva de comida. Los sistemas de recompensa basados en el cerebro funcionan en conjunto con los reguladores hormonales del balance de energía. El placer y la recompensa entran en juego desde la infancia, ya que aprendemos mediante premios y castigos. Los alimentos que englobamos como comida basura tienen cualidades organolépticas sobrepotenciadas (esto hace referencia a los que perciben nuestros sentidos, alimentos con mucho sabor, olores muy peculiares, que nos incitan a comerlos).
Como capricho post entrenamiento, se consumen con frecuencia por encima de los requerimientos energéticos. Nos llaman la atención porque este tipo de alimentos con "exceso de sabor" mejoran el estado de ánimo al activar los sistemas de recompensa. La dopamina está involucrada en la respuesta de recompensa al consumo de alimentos apetecibles. Algunos de los productos más consumidos una vez hemos finalizado nuestra actividad física son:
- La cerveza. Ya vimos en el artículo "¿Es bueno beber cerveza después de entrenar?" algunas de las circunstancias que hacen que beber cerveza después de entrenar nos deshidrata, aumenta el riesgo de lesión y ralentiza los procesos de recuperación.
- La tapa, que suele ir asociada a la cerveza, para completar el "premio". Incluimos cualquier alimento frito o precocinado en este grupo, que no encajan para nada en una alimentación sana. Si es bueno consumir algún alimento con carbohidratos y proteínas, pero por supuesto alejado del grupo de los ultraprocesados.
- Barritas energéticas. Ya hablamos en el artículo "¿Healthy? Alimentos que parecen sanos pero no lo son tanto" sobre la variedad de alimentos que catalogamos de sanos, pero que haciendo un análisis de sus valores nutricionales, nos damos cuenta de que no lo son tanto. Su elevado contenido en grasas hidrogenadas y azúcar no convierte a las barritas energéticas, en este caso, en la mejor opción.
- Chocolate. No nos cansamos de escuchar las bondades del chocolate, especialmente para nuestro cerebro. El cacao es el principal componente con cualidades beneficiosas, pero si no elegimos chocolate puro (al menor debe llegar al 80% de pureza), lo único que estaremos haciendo será comer un producto repleto de azúcar.
Conclusión
Sabemos que nuestros hábitos nutricionales están influenciados por múltiples variables y estímulos. Ya sea por conductas sociales, o bien por el poder de la publicidad, solemos generar unas relaciones con la comida que muchas veces están moduladas por nuestro estado de ánimo. La actividad física no debe ir vinculada a alimentos de premio o castigo. Si eliges consumir cualquier producto que sabes que no es sano, hazlo con conocimiento y sin excusas. No significa que debamos eliminar todo de manera radical en nuestra dieta, pero hay que comprender que su consumo debe ser de manera muy esporádica, y con la simple justificación de que nos apetece. No es necesario castigarse mentalmente por haber comido algo poco saludable. Pero tampoco es bueno permitir su consumo "indiscriminado" bajo la excusa de "ya lo quemaré entrenando". Generar buenos hábitos es un proceso constante, que exige paciencia y especialmente tomar conciencia y conocimiento sobre los alimentos que consumimos.